miércoles, 21 de junio de 2017
BAREBACK JUKE-BOX de Wenceslao Bruciaga
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164 páginas.
En sus manos tienen una novela que desborda energía catastrófica y se rebela contra la comodidad. Editorial Moho tenía el compromiso de publicarla porque libros así ponen en entredicho nociones de libertad convencionales. Hay que someter nuestros prejuicios a los mayores ataques. La literatura de Wenceslao Bruciaga es ideal para esta confrontación. Bareback Juke-Box es una historia de ficción —aunque utilice nombres que pertenecen a la cultura popular—, y es también consecuencia de la experiencia personal del escritor. La tragedia aquí se vive como voluntad irrefrenable, destino cotidiano y como final del camino. El protagonista y personaje central de esta obra es un gay que sin ninguna clase de escrúpulos elementales nos ofrece la visión de su mundo. Vive en la Ciudad de México, habla de sí mismo y de quienes, como él, habitan una realidad desconocida para la comunidad de la aldea global. Se trata de una historia de amistad, pasión y solidaridad que florecen en un mundo inhóspito; y también es un sofisticado soundtrack para aquellos que, como Wenceslao, aman la música hasta límites insospechados.
Wenceslao Bruciaga (Torreón, Coahuila; 1977).
Dice que no salió del clóset, más bien probó y le gustó. Nunca ha estado con mujeres y odia a las Jeans. Es adicto a Sonic Youth, Dinosaur Jr., los poppers y a la cultura underground, de ahí que sus libros Tu Lagunero no vuelve más (Editorial Moho, 2000), Funerales de hombres raros (Jus, 2012) y la compilación de columnas y ensayos Un amigo para la orgía del fin del mundo (Discos Cuchillo, 2016) sean consecuencia del más auténtico impulso más punk.
Fragmentos del libro:
"Pienso que los bugas, al entender que el misterio del sexo opuesto jamás podrá ser descubierto, se rinden y ese rendimiento es lo que llaman estabilidad."
“Ballard se describía como un ‘solitario radical’. Comienzo a pensar que soy igual. Y eso, para los tiempos gay que corren y para algunos propietarios de una colección musical paupérrima, puede ser una sentencia aún más devastadora que dar positivo al VIH.”
“Los homosexuales tenemos la obligación de ser exhibicionistas. Si tengo que ver tetas y minifaldas y tacón blanco hasta cuando me ofrecen pasta de dientes, entonces, ¿por qué yo tendría que esconder mi naturaleza? Cuidar las formas para ganarnos el respeto moral de los bugas no es más que otra clase de clóset. Los gay bien portados son las mascotas de los bugas. Me niego a terminar así. Me vale madres lo que piensen.”