152 páginas. Novela
Cabeza Ajena, de
Andrés Cota Hiriart, se impone como una novela de aventuras y un relato
científico. Es también la historia de una atracción inevitable y de un viaje
íntimo y al mismo tiempo revelador. Cabeza
Ajena es la prueba de que, como pensaba George Steiner, los seres humanos
se relacionan y se definen en su afán inevitable de saber o conocer a toda
costa.
Un grupo de
amigos experimenta consumiendo diversas sustancias a lo largo de un recorrido
en el que la curiosidad y el conocimiento estrechan las relaciones y la amistad
entre Camilo, Boris, Genaro y Valenzuela. La aparición de una mujer pelirroja,
la gentil paramédica, Nina, es también el detonante sexual y amoroso que
llevará a Camilo hacia una profunda auscultación de si mismo. Nina se unirá al
grupo y su presencia será determinante en la visión que los amigos poseen de la
experiencia física y sicológica en el espacio de las regiones alteradas. Un
final inesperado e insólito hace, además, que la lectura de esta novela nos
lleve a la reflexión científica y al enigma literario.
Andrés
Cota Hiriart
Andrés
Cota Hiriart (Cd. México 1982), biólogo dedicado a las
letras. Preside la “Sociedad de Científicos Anónimos” y es autor de los libros
de ensayo: Faunologías, aproximaciones
literarias al estudio de los animales inusuales (Festina 2015), y El ajolote, biología del anfibio más
sobresaliente del mundo (Elefanta-Secretaría Cultura 2016). Sus textos han
aparecido en Nexos, Animal, Avispero, ¿Cómo ves?, Quo, blog de Letras Libres,
Telecápita, Pijama Surf; es columnista de la revista Vice.
FRAGMENTOS
DEL LIBRO
“Planetas, estrellas y galaxias pasaron zumbando
mis oídos como balas, solamente que quien se estaba moviendo a la velocidad de
un proyectil, era yo. La Vía Láctea se presentó en el horizonte y segundos
después era justamente nuestra galaxia la que dominaba mi campo visual. Sistema
solar, Plutón, Urano, Saturno, Júpiter gordo como Valenzuela; planeta Tierra,
atmósfera, nubes, continentes, montañas, Ciudad de México. Por una fracción de
segundo capté mí cuerpo tumbado en el sillón; después, con la fuerza de un
meteorito, me impacté de lleno contra mí mismo.”
“¿Eso
que veíamos como azul existía en realidad? Si no era otra cosa más que un
conjunto de rayos de onda corta emitidos desde el sol, reflejados sobre los
objetos, absorbidos a través de los ojos e interpretados por el cerebro,
¿podíamos decir que era una característica válida del entorno? ¿Si un
árbol cae en el bosque y nadie lo escucha, hace ruido? Para mí sí, en
ese instante al menos, no me quedaba la menor duda: el árbol hacia ruido y el
azul era parte del mundo.”
“El
doctor en turno y la pelirroja intercambiaron palabras; la escuché informar con
detalle los pormenores de mi situación. Después, renovada y alegre se paró en
la cabecera de la camilla, me miró intensamente asomándose por encima de mi
cabeza y dijo:
—Vas a estar bien, ya verás. Estuvo cerca, pero al parecer la libraste.
Cuídate… —leyó mi nombre del reporte—, Camilo.”